Marcas blancas

El diseño gráfico detrás de las marcas blancas

Hay diseños que gritan lujo, exclusividad, concepto. Y luego están los otros: los de marca blanca. Esos envases con fondo blanco, tipografía genérica y una foto de producto que parece sacada con prisas. Pero, sorpresa: funcionan.

Porque en un mundo lleno de packagings que parecen portadas de discos de Björk, las marcas blancas son como ese amigo que no se arregla, pero siempre llega puntual. No presumen, no innovan, no te impresionan. Pero ahí están, semana tras semana, en la cesta de la compra.

¿Qué es una marca blanca?

Por si alguien acaba de salir de una cueva, una marca blanca es aquella sin marca reconocida. O mejor dicho: una marca que no pretende ser una marca. No tiene campaña de lanzamiento, ni embajadores, ni vídeos con drones sobre campos de trigo.

Hablamos de productos del supermercado con nombre genérico, diseño justito y precios bajos. La pasta de Hacendado (Mercadona), las pilas Basic de IKEA, el chocolate Carrefour Discount, el papel higiénico Tesco Everyday Value, o las conservas de Great Value (Walmart). También puedes encontrar este estilo en los productos Dia o las versiones económicas de Monoprix (Francia).

Todo muy neutro. Muy “esto es lo que hay”.
Y sin embargo, venden. A veces más que las grandes marcas.

¿Qué hace que funcionen?

Primero, la honestidad. No te prometen nada que no puedan cumplir. Si una caja dice “galletas rellenas sabor chocolate”, eso es exactamente lo que hay dentro. Nada de “experiencia sensorial”, ni “capas de felicidad crujiente”. Aquí no hay storytelling, hay producto. Y eso, en diseño, también es un enfoque.
Segundo, la neutralidad. El diseño gráfico de las marcas blancas suele ser plano, sin florituras. Tipografías sans serif, colores básicos, alineaciones justitas. Es como si lo hubiera hecho tu primo con el Paint. Y, a veces, lo parece. Pero eso también tiene su punto: no compiten por atención. Se dejan ver. No te marean.
Tercero, la confianza. Cuando una marca blanca mantiene el mismo diseño durante años, sin rediseñar cada temporada, genera familiaridad. Aunque sea feo. Aunque sea “meh”. Es tu feo de confianza. Y ojo, que en tiempos de inflación, ese feo te cae cada vez mejor.

¿Dónde entra el diseño gráfico en todo esto?

En todas partes. Porque aunque no lo parezca, ese aspecto “sin diseño” es una decisión de diseño. Como los pantalones rotos: alguien los rompió a propósito. Aquí igual.
Ese envase con fondo blanco y letras azules no es accidental. Está diciendo: “soy barato, soy directo, no pago agencias caras”. Es una estética low-cost que, en el fondo, es muy consciente de sí misma.
Y eso plantea una pregunta incómoda: ¿hasta qué punto el diseño gráfico necesita brillar para ser efectivo?

El lado oscuro: cuando todo se parece demasiado

Ahora bien, no todo es sabiduría popular. Hay marcas blancas que, en su intento de parecer “limpias”, acaban siendo genéricas hasta lo absurdo. Todo es blanco, todo tiene Helvetica, todo lleva una foto flotante del producto. Si no prestas atención, acabas echando kétchup en el café.
Ese “efecto hospital” puede jugar en contra. Sin jerarquía visual, sin códigos de color, sin diferenciación real… el lineal se vuelve una sopa de letras.
Y ahí es donde el diseño gráfico tiene que entrar, aunque sea en silencio. Con pequeños gestos. Con estructura. Con ritmo. Un icono bien colocado. Un color que se repita en todos los envases. Un sistema visual que diga “soy barato, pero no al tuntún”.

Algunos ejemplos de marcas blancas

  • Hacendado: Tiene un diseño tan plano y consistente que ya se ha convertido en su propia identidad. Todo parece “barato pero fiable”, y eso conecta.

  • Lidl: Su línea Cien (cosmética) tiene un diseño limpio, simple, y bastante cuidado si lo comparas con otras marcas blancas. Cumple sin hacer ruido. Por no hablar de su marca de zapatillas con los colores corporativos, que están bien cotizadas.

  • Great Value (EE.UU., Walmart): Letras grandes, fondo blanco, imágenes frontales. No ganará premios de diseño, pero en un Walmart abarrotado, se ve.

  • Tesco Everyday Value (Reino Unido): Tuvo durante años un diseño que parecía hecho con Word 97… y aún así generó culto. Era tan cutre que se volvió icónico.

  • Kirkland Signature (Costco): A medio camino entre marca blanca y aspiracional. Tiene una estética sobria, elegante sin excesos, y ha logrado generar fidelidad sin apenas campañas.

Curiosamente, algunas marcas blancas han cruzado la línea del anonimato para convertirse en objetos de culto. En redes, es común ver memes, reviews exageradas o incluso “unboxings” de productos genéricos como si fueran gadgets de lujo. Lo cutre, a veces, se vuelve cool. Porque el diseño también vive de ironías.

Lecciones para diseñadores

Aunque no trabajes para marcas blancas, el concepto enseña varias cosas:

  • No todo necesita ser llamativo. A veces, la función manda.

  • El diseño gráfico puede comunicar valor… o ahorro.

  • La coherencia visual vale más que un efecto 3D.

  • Hay belleza en lo simple, pero cuidado: simple no es sinónimo de descuidado.

  • Si vas a hacer algo feo… que sea a propósito y con intención. El caos también se puede diseñar.

  • El diseño no siempre tiene que gustar a diseñadores para ser útil. O rentable.

  • Y no subestimes el poder de lo cotidiano. Ese brick de leche que ves cada mañana te está contando algo. Aunque no lo parezca.

Y, sobre todo, que un mal diseño no siempre es un mal negocio. Aunque duela aceptarlo.

Conclusión: el diseño que pasa desapercibido también importa

Las marcas blancas no son el sueño húmedo de ningún diseñador. No ganan premios. No salen en portfolios. Pero están en todas partes. En la mesa, en la mochila del colegio, en el baño. Su diseño pasa desapercibido. Y por eso mismo, influye.
Si el diseño gráfico tiene algo de poder, es ese: el de estar presente sin hacerse notar. Y aunque a veces lo olvidemos, no todo diseño tiene que deslumbrar. Algunos solo tienen que cumplir.
Y oye, bien hecho, eso también tiene su arte.


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